Al mal tiempo buena cara
Una vez, caminaba con mi amigo Borja —carpintero, antaño un sabio, Jero lo conoce— por la Alameda de Segovia —un hermoso Paseo lleno de verdes árboles, supongo que álamos—. El día era nublado, pero el paseo me parecía tan bonito que, conmovido por la belleza que me circundaba, le comenté a mi amigo:
—Qué bonita es la Alameda, así con el día nublado… Seguramente, incluso más bonita que luciendo el sol…—. A lo que el amigo Borja replicó—:
—No te creas, Bicho… Cuando luce el sol, sus rayos caen entreverados por entre las ramas –y, sobre la marcha, me lo aclaraba con gestos y señales–, por aquí, por allá… y es un flipazo. Pero, ¿sabes cuándo mola que te cagas…? Cuando nieva… Porque, cuando nieva, Bicho, la nieve se acopla sobre las hojas de los árboles y… —Se interrumpió unos segundos—. Claro, que… Una vez, granizando, vine a correr por aquí y…
En ese momento se frenó en seco, tanto de paso como de palabra, como vislumbrando algo importante… Al cabo de unos segundos, su cara se relajó, y sus ojos se agrandaron en esa mirada sabia que yo ya conocía y tanto apreciaba…
—¿Sabes qué, Bicho? Que en el fondo me da igual: A mí la Alameda me parece un flipazo haga el tiempo que haga: así haga sol, llueva, granice o incluso truene… Me encanta haga el tiempo que haga.
Saqué una lección de esta charla. Porque me acordé del refrán: “Al mal tiempo buena cara”.
Es un refrán admirable; y, sin duda, indica dureza, determinación, y afán de salir adelante pase lo que pase…
Pero…
En teniendo en cuenta las palabras de Borja, lo piensas, y te dices:
“Ahora bien: si uno consiguiera que, haga el tiempo que haga, ese tiempo sea un buen tiempo para él… Entonces, ya no necesitará ponerle al mal tiempo buena cara… simplemente, pondrá buena cara siempre, porque siempre hará buen tiempo.”
A mi amigo Jero
3 de julio del 2008